Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I

La Iglesia y las manifestaciones religiosas 560 no tenían ningún conocimiento de teología ni cánones. Ante tal hecho, Loaysa escribió a los frailes que estaban en la Española haciéndose eco del estado de ánimo que reinaba en la corte de Castilla. Pero, más que hacerles saber lo que pensaba el monarca y los miembros del Consejo, les escribía para conocer la opinión de Fray Pedro de Córdoba sobre las noticias llegadas a la Península. En una de las cartas enviadas por el provincial Loaysa, fechada en Burgos el 16 de marzo de 1512, dice sorprenderse de que Fray Pedro de Córdoba haya podido consentir tales prédicas, pues iban a dificultar «la conversión de los infieles». En vista de que tanto el monarca como el Consejo de Castilla estaban dispuestos a ejecutar la decisión de impedirles hablar en público y de expulsarlos, Loaysa le ordenó al vicario provincial de los dominicos de la Española que no consintiera más prédicas sobre el tema de los indios. 36 Es evidente que el mismo Loaysa, ya fuera por temor a que los dominicos fueran expulsados de la isla, o por la prudencia que exigía el momento, decidió no apoyar públicamente las acciones de los religiosos. No obstante, no quería que los esfuerzos y sacrificios realizados para llevar aquellos frailes a la Española fueran a perderse. Este parecer se recoge en otra carta dirigida por Loaysa al provincial Fray Pedro de Córdoba, en la que le decía lo apenado que se sentía por las prédicas de Antonio Montesino. Al parecer, el desconocimiento que tenía este fraile de los asuntos india- nos lo llevó a adoptar las conclusiones de los encomenderos y de la burocracia peninsular, en el sentido de que los indios debían permanecer en servidumbre porque aquellas tierras habían sido donadas por la Santa Sede a sus majesta- des. En esta carta de nuevo les prohibía predicar sobre aquella materia. 37 En otra misiva dirigida por el provincial Loaysa a Fray Pedro de Córdoba, le pide al dominico que envíe una carta lo más larga posible en la cual recoja los puntos más importantes del Sermón. 38 Los dominicos decidieron enviar al propio Fray Antonio de Montesino a Castilla para entrevistarse con el monarca. Mientras tanto, los encomenderos y la élite dirigente de la colonia mandaron como su embajador a Fray Alonso de Espinal, miembro de la orden de San Francisco. 39 A decir de Las Casas, quien al parecer conocía muy bien a Espinal, este fraile era «poco brillante y con una ignorancia no chica». 40 Según refiere Las Casas en su Historia, la acogida que tuvo el franciscano en la Corte fue espectacular, «como si fuera el ángel Sant Miguel que Dios le enviara». 41 Y no era para menos, dado que el franciscano llevaba las mejores credenciales, empezando por las cartas de recomendación que le había entregado el propio tesorero Miguel de Pasamonte. Mientras esto sucedía con el enviado de los colonos de la Española, el dominico ni siquiera fue recibido en audiencia por el Rey. Fray Antonio Montesino tuvo que

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