Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I
Historia general del pueblo dominicano 59 conexiones entre determinantes generales de cada época y las elaboraciones de los historiadores. Esto supone, en primer término, trazar panoramas suma- rios sobre contextos histórico-sociales. Desde luego, no se trata de recrear los trazos de cada época, pero sí de perfilar las condiciones en que se insertaron los historiadores. Conforme al precepto de conectar historiografía y realidad histórica, se persigue establecer las consecuencias de los moldes culturales sobre los perfiles del discurso histórico. Con esta doble aproximación se trata de prevenir tanto un sesgo de sociologismo como el contrario de tipo culturalista, que se abstrae de las condiciones históricas, entre las cuales sobresale la acción de los grupos sociales. La imbricación entre sociedad, cultura e historiografía remite a la solu- ción de otro problema, que es el de la determinación colectiva de los sentidos de la producción individual de los historiadores. Esto significa que la elabo- ración cobra significado a la luz de las condiciones historiográficas en que se desenvuelve. La obra individual, medio por excelencia del discurso histórico, no puede ser objeto de intelección al margen de las condiciones vigentes en el interior de la disciplina. Los contenidos expuestos deben ser evaluados como parte de corrientes. Y la corriente no se confina en un plano nacional, pues está en correspondencia con tendencias políticas, culturales e historiográficas en el mundo occidental. Resulta, empero, evidente que existen textos acerca de la historia que no se compaginan con esos rasgos, sobre todo antes del advenimiento de la mo- dernidad occidental. Podría hablarse en estas situaciones de sujetos colectivos en la confección de texto, como es aplicable a una parte de los informes ad- ministrativos del periodo colonial. Pero incluso esos materiales colectivos –es- tatales, religiosos, institucionales, mitológicos– no dejan de plantear problemas relativos a su ubicación dentro de corrientes y de la intervención en ellos de sujetos individuales. Sin embargo, aunque esté presente la individualidad, en la generalidad de esos textos está vedado el despliegue de la subjetividad de cada quien. Ahora bien, el hecho de que los moldes ideológicos dominantes y las corrientes historiografías delimiten los autores no autoriza reduccionismo respecto a cualquiera de estos planos. El contenido de una obra no se agota en las conexiones. Nada anula la capacidad innovadora de los autores, quienes se decantan en tanto que tales en la medida en que introducen problemas nuevos y soluciones originales. En definitiva, la historiografía presupone el examen de las expresiones puntuales que tipifican épocas y marcan giros en los contornos de las corrientes.
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