Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I
Historia general del pueblo dominicano 641 ciudad de Santo Domingo, todo lo cual está contenido en Casas Reales No. 1, de septiembre de 1976. Al interpretar la única copia del privilegio original, es- crito en letra procesal, Fray Vicente Rubio, en la quietud de su celda, provisto de una lupa, advirtió que detrás de la locución «una cruz blanca» aparecía la conjunción «e», y cito: «Continuaba luego otro vocablo que, para mí, clara- mente decía «peta» con signo de contracción encima; es decir, una abreviatura que por su forma y en algunos documentos añejos sirve para omitir tras la p, en principio de palabra, las letras re o ri. Inmediatamente anoté con un vuelco del corazón: «una cruz blanca e prieta». El asombro me cortó la respiración. Terminé el párrafo descriptivo de nuestro emblema capitaleño y pude leerlo así: «Otrosí, a la villa de Santo Domingo señalo e doy por armas un escudo en que están dos leones dorados, e tiene en lo alto una corona de oro entre ambos leones, e en medio de ellos una llave azul en campo colorado, e en derredor circulado el escudo con una cruz blanca e prieta en el mismo canpo del bienaventurado señor Santo Domingo». A partir de entonces se adoptó, después de agotar todos los requisitos administrativos, la versión oficial que hoy rige y define las armas o el escudo de armas de la Ciudad Primada. Algunas de las villas fundadas por Cristóbal Colón y por Ovando adquirie- ron carácter de permanencia. Las dos más importantes fueron Santo Domingo y La Concepción. La primera ha sobrevivido convirtiéndose en un modelo, tanto por su trazado como por sus edificios. La segunda fue destruida por un terremoto conociéndose hoy como la Vega Vieja, un importantísimo lugar ar- queológico, al igual que Pueblo Viejo, sitio original de fundación de Azua. El balance de lo que ocurrió en tiempos de Ovando, con su herencia como conquistador y gobernante, lo describe una autora de la siguiente manera: «un territorio ordenado con una sociedad establecida. La capital de la isla, que lo era a la vez de la región y del mundo nuevo, tenía calles de trazado uniforme flanqueadas por casas de piedra. Había cierto número de edificios mayores en diversas fases de terminación o bien todavía en proyecto. Funcionaba un monasterio franciscano y también había un hospital provisional, que más tarde se convertiría en el San Nicolás, y una Casa de Contratación. También varias tiendas y tabernas que proporcionaban buenos ingresos a sus propietarios, sin que tampoco faltaran posadas para los transeúntes. La demanda de géneros y servicios había crecido de tal forma que Santo Domingo podía alardear de poseer un firme comercio y de ofrecer toda clase de géneros. La producción agrícola, en otro tiempo el recurso más preciado, había hallado unos razonables niveles de precios. La carne fresca, por ejemplo, no existente antes de 1498 y escasa por algún tiempo después, era ahora relativamente abundante». 15
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