Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I

Historiografía dominicana 78 en el interior del colectivo, identificados como matriz de la barbarie todavía característica del mundo rural. Casi todos los liberales imbuidos de princi- pios políticos democráticos no pudieron escapar a la certeza que identificaba civilización a secas, el único sustento posible del orden deseable, con la «raza blanca». 44 En diversos autores decimonónicos la propuesta se dirigió también a cuestionar a los españoles para postular la conveniencia de una corriente inmigratoria de países pretendidamente más aptos para la civilización. Este debate no se llevó a cabo en moldes históricos hasta mucho tiempo después. Pero fue característico de los dilemas que enfrentaban los sectores su- periores en un entorno caracterizado por convulsiones del mundo decimonóni- co. Las certezas del ancien regime habían sido vulneradas. El retorno a España, en 1808, panacea para muchos, se reveló fallido y no hizo sino alentar el crio- llismo en vertiente independentista. Pero la instauración del dominio haitiano resultó por igual contraproducente. Un resultado cuestionaba el hispanismo, mientras el otro lo reciclaba. Para los círculos dirigentes, esta originalidad del proceso histórico doméstico resultaba frustratoria y planteaba dilemas que se concretaron en las posturas antinómicas del conservadurismo y el liberalismo. Desde temprano ambas corrientes se decantaron alrededor del problema nacional, al tiempo que se mantuvieron en una disposición de diálogo a causa de las urgencias extremas que se experimentaban en pos de la supervivencia de una élite dirigente. El tiempo estaba plagado de desastres, a los que, como si fueran poca cosa, se agregaban sempiternos horizontes agoreros. La reflexión no podía tomar un cauce historiográfico, pero convocaba a la consideración de la historicidad local, aun fuera por medio de otras fórmulas, por lo demás pobremente expuestas en términos literarios. En el interior del país no se fraguaron condiciones para la gestación de una narrativa histórica sistemática hasta la séptima década del siglo xix . Las emigraciones de los principales núcleos dirigentes interpusieron una barrera a toda posibilidad de expansión de la cultura moderna. Los intelectuales de finales de la «España Boba» representaron una excepción que quedó desco- nectada incluso de las tradiciones vernáculas de los reducidos círculos cultos. Como recurso para la supervivencia, los letrados no osaban pasar a la condición de intelectuales, esto es, sujetos críticos e independientes. Personajes como Tomás Bobadilla, José Joaquín Delmonte o Francisco Javier Abreu se li- mitaban a cumplir tareas gubernamentales para no importa cuál esquema po- lítico. Los sistemas estatales sucesivos –francés, español o haitiano– entre 1802 y 1844 desalentaron cualquier expresión de una cultura nacional. En el caso haitiano el propósito fue más acentuado, como parte de la tentativa de asi- milación cultural. Habría que esperar a la fundación del Estado dominicano,

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