Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I
Historiografía dominicana 80 de la historiografía occidental del momento, aunque no citara a autor alguno con excepción de ligeras referencias a clásicos griegos. Expuso una reflexión brillante, que formula exigencias metodológicas para atender al ambicioso objetivo. La historia de la colectividad no se podía centrar, según su discurrir, en los hechos de la política ni en la vida de las élites, sino que debería integrar las manifestaciones del pensamiento y la acción colectiva. Postulaba, como cuestión de método, por una historia analítica y razonada, que trascendiera los moldes expositivos basados en el hecho considerado histórico. Este objetivo no fue logrado a pesar de que el esfuerzo representó un hito en la formación de la tradición historiográfica dominicana. Del Monte no pudo hurgar demasiado en los siglos xvi a xvii , no obstante el interés que le generaban, por no poder consultar fuentes originales. Se limitó a retomar lo que habían planteado los cronistas de Indias, cuyos relatos concluían casi siempre hacia la década de 1530. Apenas comenzaba en España la publicación de documentos antiguos, como la de Martín Fernández de Navarrete, ya refe- rida. Las principales colecciones todavía tardarían cierto tiempo en aparecer. 49 Para paliar esta falta de información, el historiador emigrado procedió a transcribir el Diario de Colón, procedimiento que chocaba con los propósitos metodológicos que había formulado. Este desliz, suerte de pecado original de la obra, se puede atribuir a dos razones: el síndrome de los orígenes, de creer que la clave del proceso histórico íntegro se localiza en los momentos funda- cionales, en los cuales floreció una grandeza que debía ser rescatada como clave de las potencialidades del país; y, en vinculación con lo anterior, el culto ya existente a la figura de Cristóbal Colón, visualizado como la manifestación personificada de la grandeza perdida. No es extraño, entonces, que la narrativa con valor histórico que contiene la obra se remonte al siglo xviii . Esto se puede atribuir a que consultó documentos provenientes de la Audiencia de Santo Domingo que se conservaban en Cuba, casi todos relativos al siglo xviii . Nacido hacia 1785, el historiador tuvo además acceso a informaciones orales de emigrados, muchos de ellos sus familiares. Aunque en algunos trechos de su recorrido por el siglo xviii se refiere a elementos de la vida del pueblo, en realidad no logra su cometido, ni siquiera desde la óptica de los sectores dominantes tradicionales. De todas maneras, imbuido de lo que había pasado a lo largo de ese siglo, su texto iluminó una época teñida de oscuridad, aunque sus interpretaciones implícitas deban ser tamizadas. Lo sustantivo fue que inauguró el mito del pasado bueno. En tal sentido, su acento complaciente contiene matices respecto al crítico de Sánchez Valverde. Propuso una ruptura entre el momento de realización del colectivo bajo la égida de España y las traumáticas situaciones vividas tras 1795. La
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