Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I
Historiografía dominicana 86 Cuatro figuras sobresalieron, aunque fuese a posteriori, en esta corriente de la historiografía: José Gabriel García, Manuel Rodríguez Objío, Gregorio Luperón y Juan Vicente Flores. De ellos, solo García tuvo un verdadero impacto social en su época. La obra de Rodríguez Objío permaneció inédita hasta avan- zado el siglo xx , la de Luperón solo se conoció parcialmente por las impedi- mentas que colocó el tirano Ulises Heureaux y la de Flores apenas circuló en el país por razones no del todo esclarecidas. De los cuatro, García fue el único que hizo de la investigación histórica una actividad profesional y exclusiva; Rodríguez Objío se inclinó en mayor medida por la poesía, Luperón fue ante todo un dirigente político y militar, mientras Flores incursionó sobre todo en la ensayística periodística. Aun así, el hecho de que se escribieran los textos ilustra la vigencia de los conceptos que los autores encarnaban. La épica patriótica: Manuel Rodríguez Objío Cuando todavía García no había comenzado sus investigaciones erudi- tas, Manuel Rodríguez Objío, intelectual de su misma generación, también alumno de los letrados más destacados de la Primera República, en el Colegio San Buenaventura, emprendió la tarea de la reconstrucción histórica. Lo hizo en silencio, y sus esfuerzos pioneros no quedaron al alcance de sus contempo- ráneos, salvo las derivaciones en escritos de prensa. Quedó reconocido como poeta y luchador por la libertad. 61 Fue uno de los exponentes del espíritu romántico en la poesía, el único género literario en que incursionó. El impera- tivo a la acción resultaba de su visión acerca del papel del intelectual patriota. Tomó parte en la Restauración y fue uno de los compañeros de Gregorio Luperón en los años posteriores, hasta que fue fusilado en abril de 1871. Durante esos años Rodríguez Objío experimentó recurrentemente una sensación de desengaño. Percibió entre sus compañeros poco apego a los principios, por lo que frecuentemente se propuso apartarse de la actividad política, convencido por momentos de que el pueblo no compartía los crite- rios democráticos. En parte, su devoción hacia Luperón provino del senti- miento de que representaba una personalidad superior, ajena a las pasiones mezquinas de la política y consecuente en la defensa de los principios. Puede interpretarse que su ejercicio de la escritura vino a ser un refugio frente a las adversidades en la vida política. Osciló entre el abatimiento y la recuperación de la confianza en el porvenir, traducida en un sentimiento grandilocuente, más propio de un poeta que de un político o un historiador. No obstante su sentimiento romántico y de la poética inserta en la historia, su capacidad analítica le permitió exponer claves del proceso político de su
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