Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I

Historiografía dominicana 88 proveniente de Venezuela y comandada por Juan Pablo Duarte. Relacionó la guerra nacional y la vida del modelo de héroe y compañero. Gregorio Luperón e historia de la Restauración es un tratado convencional de historia política, con- tentivo de los requisitos eruditos que se estimaban necesarios en el género, solo que articulado a la acción del hombre que consideraba más sobresaliente de la época. Esa imbricación del prócer con la historia general obedecía a la convic- ción, que él compartía con la generalidad de sus contemporáneos, de que la historia no era sino la sumatoria de las acciones de las individualidades sobresalientes. Según tal concepción, estas encarnan y resumen los procesos, de manera que la intelección de ellos se logra de la manera deseable a través de personalidades. Por lo demás, la intervención de Luperón resultó crucial para que la obra pudiera componerse. Rodríguez Objío, al parecer, no compiló por su cuenta demasiados documentos. Recibió íntegro el archivo que Luperón había venido formando desde los primeros días de la contienda patriótica, documentación que le confirió sustancia a lo que hizo. Gran parte de los documentos fueron transcritos íntegros, como medio demostrativo de tesis o de ilustración de los hechos. En el país se inauguraba la plasmación de un texto de acuerdo con las exigencias documentales que venían formulándose en la historiografía euro- pea desde unas décadas antes. No puede decirse, sin embargo, que Rodríguez Objío aplicara técnicas de la erudición, pues aceptaba los documentos sin mayor tratamiento. Este segundo libro constituyó el hito inédito en el país de una historia política convencional. Rodríguez Objío era consciente, por lo que expuso un programa fundacional en la Introducción: «El pueblo dominicano, cuyas he- roicas tradiciones le parangonan con los más famosos de la tierra, ha carecido hasta hoy de un historiador. Su vida de trescientos setenta y más años es casi desconocida». 64 Coherente con su idea de la democracia, sostenía que el pueblo era el sujeto de la historia. Pero tal noción no pasaba de un plano abstracto. En todo caso, el sujeto de la historia nacional era el segmento dotado de la aspiración a la autodeterminación. El pueblo se expresaba, por tanto, en el exclusivo terreno de la política. Lo demás, implícitamente, carecía de importancia, ha- bida cuenta de que no repercutía de manera central en su destino. La política expresaba para él la síntesis superior de la existencia de las colectividades humanas. No hizo atisbo alguno de expandir la síntesis a planos sociales y ni siquiera de indagar acerca de las conexiones que pudiera guardar la política con otros componentes de la realidad global. Aunque introdujo análisis y no

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