Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I
Historia general del pueblo dominicano 91 mayoritario como nulo desde el punto de vista nacional. Todo lo que concerniera a los que no pertenecían a los estratos superiores carecía de interés. Incluso, en las situaciones en que incluyó en su narrativa actuaciones protagónicas de los sectores populares por tener a su juicio repercusiones generales, se mostró hos- til. Por ejemplo, no sintió la menor simpatía por los intentos de sublevaciones de sectores subalternos durante los primeros tres decenios del xix , registrados de manera lacónica y distante. Dado que aseveraba la empatía de las masas con los anexionistas, consideraba que el pueblo no solo estaba ausente de las luchas liberadoras, sino que por momentos tomaba partido contrario. Hizo un axioma la falta de cohesión de la masa del pueblo con la causa nacional, que era enfrentada por las élites dirigentes conservadoras y las potencias extranjeras. 69 Se desprende que, en buena medida, la historia se equiparaba a los grandes personajes. Esta convicción explica que se preocupara por desentrañar las vidas de figuras de relieve. 70 Fue el iniciador del culto a Juan Pablo Duarte, cuando el prócer había quedado sepultado en el olvido. AGarcía se debe que muchos epi- sodios olvidados o mal conocidos relacionados al 27 de Febrero fueran rescata- dos o revisados, en la medida en que involucraban a personalidades míticas de la gesta. Armado de tales convicciones, en un terreno que llamaba la atención de los estratos cultos, se opuso a los intentos revisionistas de neoconservado- res que pretendieron minimizar los aportes de los liberales de la sociedad La Trinitaria, en primer lugar Duarte, y enaltecer el papel de Pedro Santana. Otros intereses presentes en sus indagatorias se relacionan con el molde de su síntesis. Fue el caso de la atención que concedió a las cuestiones milita- res. Como para él la ruptura con Haití representó la culminación del espíritu nacional, producto de una generación irrepetible, se propuso reconstruir lo sucedido en los hechos de armas en los años posteriores al 27 de Febrero. 71 Se interesó, por último, en aspectos extraños de los acontecimientos, que podían excitar la curiosidad del público y de los especialistas. 72 García ejerció una influencia que desembocó en la fascinación. Fue erigi- do como el intelectual más reconocido en el medio capitaleño desde la década de 1880. Sus libros fueron leídos como emanaciones del manantial de la sa- biduría toda del pasado. No solo llenó un vacío; coincidía con un prototipo afianzado en el sentir colectivo acerca de la forma en que debe ser narrada la historia y de las temáticas que interesaban a los reducidos lectores. Su reco- nocimiento como historiador nacional alcanzó la consagración simbólica de la consolidación de la conciencia nacional.
RkJQdWJsaXNoZXIy MzI0Njc3