Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I

Historia general del pueblo dominicano 95 Pero su preocupación primordial durante ese primer exilio fue combatir a Heureaux, para lo cual se propuso preparar la monumental biografía, una tarea de vida. En esta obra se pone de relieve su concepción sobre la histo- ricidad y su visión acerca de la historia dominicana. Al igual que los demás liberales narrativos, ponderaba el proceso de la historia como producto de la voluntad de personalidades sobresalientes y del choque entre ellas. El terreno exclusivo en que se desenvolvían era el de la relación con el poder, esto es, el de la política en los términos convencionales. Y, puesto que la política estaba teñida de conspiración, la misión del historiador debía propender a develar lo que había quedado oscurecido por la capacidad de distracción de autócratas y secuaces, labor que tenía que ser realizada mediante el acceso a informaciones provenientes de testigos o participantes. La obra de Flores no tiene nada que ver con un tratamiento erudito basado en documentos originales. Por el contrario, operó armado de la aseveración de la verdad sobre la base de su ética personal, que provenía del conocimiento experimentado de los actores. La convicción con que discurría se conectó con su apasionamiento, lo que, a juicio de Rufino Martínez, ponía en entredicho la ve- rosimilitud de lo que afirmaba. 83 En esto erraba el insigne historiador-biógrafo, pues en Flores se afirmaba una realidad superior a la que proviene de un mé- todo dependiente de la erudición. Si algo hay de valioso en Lilí es precisamente el apasionamiento con la verdad, derivado del compromiso a toda prueba del intelectual, que lo colocaba por encima del oficio de historiar. Martínez en reali- dad expresaba las reservas que le merecían las críticas a Heureaux, en la medida en que él se solidarizaba con la empatía que provocó el dictador entre círculos ilustrados de su época, que en el peor de los casos, salvo las excepciones de lugar, lo juzgaban un mal necesario. Esta ponderación ponía una de las zapatas de una síntesis liberal-conservadora en boga incluso entre viejos demócratas como José Ramón López, a la que Flores se opuso. 84 Para indagar los orígenes de la autocracia, elaboró un vasto fresco acerca de la evolución de la política local tras la Restauración. En Lilí expuso una visión del proceso histórico alternativa a la que ya era conocida a través de los textos de García y Luperón. Puso en claro que no compartía las explicaciones que había ofrecido Luperón acerca del proceso político recorrido por ambos. Para Flores, en verdad no había sido Luperón quien había encabezado el Partido Azul, sino que Heureaux había sido el más representativo, seguido de otros personajes equivalentes, como Cesáreo Guillermo. Y, aunque Flores reconoció el patriotismo de Luperón y de personajes más controversiales, como Meriño, quedaba el corolario de que no procedía un retorno al Partido Azul, sino una nueva política en la que la democracia no sufriera menoscabo alguno.

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