Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I
Historiografía dominicana 98 nombre, Abreu Licairac depositaba la confianza en la eficiencia de la acción de aquellos que se relacionaban con el poder en un estilo tradicional autocrático. Su contendiente, Mariano Cestero, un intelectual liberal integérrimo, no se atrevió a responderle de inmediato, en señal de la connotación es- tatal del alegato revisionista de Abreu. Cestero, un viejo combatiente por la libertad, 88 había participado en la Revolución de Moya, en 1886, contra Heureaux; retornado al país acogiéndose a las garantías que ofreció el tirano, se mantenía marginado. Es sintomático que publicara su refutación a Abreu tan pronto Heureaux fue eliminado, aunque por una razón no determinada prefirió utilizar un seudónimo. 89 No se propuso entrar en los detalles de las argumentaciones de Abreu, sino que se abocó a restituir la verdad de los hechos, que ratificaba el protagonismo de los patriotas. En Cestero, a diferencia de García, lo que estaba subyacente en la polémica era la política contemporánea. En efecto, años atrás, bajo patrocinio de Heureaux, se había procedido a configurar la trilogía de dirigentes conspicuos de La Trinitaria. Por prudencia, el tirano dejó a Santana fuera del panteón, pero instruyó para que se eludiera un examen minucioso de los hechos. Le interesaba sustentar la legitimidad del Estado en los próceres trinitarios, y prefería que no se «removiera el altar» de forma que los «santos no cayeran». La divulgación didáctica Los debates acerca de la primacía de personalidades en la Independencia contribuyeron a perfilar la producción de textos que fundamentaron miradas corrientes acerca de la historia republicana. Historiadores como García y Del Monte eran leídos por no más que círculos harto restringidos. Correspondería a otros autores generalizar el conocimiento de la historia dominicana, en sín- tesis que otorgaban centralidad a la lucha nacional alrededor del hecho de 1844. En términos generales, esas versiones estaban condicionadas por las contribuciones del historiador nacional, pero agregaron información acerca de los procesos posteriores a la octava década del xix , en la que concluía la magna síntesis de García. Todavía con más empeño que García, esos historiadores se ciñeron a una síntesis político-militar, animados por una visión de que era el único ámbito de la historicidad que le podía interesar al lector. Denotaban, asimismo, un estrecho horizonte intelectual. En gran medida, el propósito de esos libros estuvo dirigido a la educación preuniversitaria, puesto que se consideraba que los escritos de García no reunían los requisitos didácticos para tal labor.
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